Compartimos la columna de opinión escrita por Julio César Londoño, para el periódico El País.
En 2014 Rodrigo Guerrero se inventó la Estrategia TÍO, un conjunto de programas de intervención social en poblaciones vulnerables, en especial en la Zona de Ladera y el Distrito de Aguablanca. A Armitage le gustó la idea y le dio continuidad. La estrategia opera mediante cinco programas: Desarrollo de la primera infancia, Disminución del hambre y la pobreza, Inclusión social de jóvenes, Recuperación de espacios públicos y ‘Seguridad, prevención y resiliencia’.
TÍO visita las comunidades, escucha sus inquietudes y socializa las posibles soluciones. Luego articula los esfuerzos de las secretarías para que la Administración lleve un paquete integral de obras y programas al sector.
A veces la intervención es sutil. Talleres dirigidos a las madres de Bienestar Familiar, por ejemplo, para que ellas reconozcan sus limitaciones y sus prejuicios y los superen. O para que descubran sus fortalezas y las aprovechen. O para mejorar el ‘clima’ en la casa (cosas tan sencillas como “bajar el tonito” o “ponerse en los zapatos del otro”). Puede ser también un taller de glamur y belleza para que inicien un pequeño negocio, o para que vuelvan a ser coquetas y reconquisten a sus maridos. Son cosas sencillas que pueden generar grandes cambios allí donde empieza todo, en la familia.
A veces son obras ambiciosas, como los Centros de Desarrollo Infantil. Yo solo conozco el de Altos de Santa Elena. Construido por una alianza de la Alcaldía y el Club Campestre, es un complejo de tres grandes edificaciones con un diseño lleno de color y movimiento que aprovecha muy bien la luz, el viento y el paisaje de Los Farallones. Allí funciona una guardería en la que 300 niños del sector reciben, entre las ocho de la mañana y las cuatro de la tarde, los cuidados de un grupo de profesionales que incluye conductores, profesoras, psicólogas, médicos, chefs y nutricionistas.
A veces son obras muy creativas, como el Tecnocentro de Potrero Grande, en la comuna 21, el espléndido Centro Comunitario Cultural ‘Somos Pacífico’. Es un complejo de cinco millones de dólares realizado por la Fundación AlvarAlice y una espléndida minga que incluye a Comfandi, la religiosa Alba Stella Barreto, Sidoc, el BID, Microsoft, JP Morgan y la Alcaldía de Cali. Aquí, más de 2000 jóvenes han hecho cursos de educación no formal en ballet, música y bailes populares, música sinfónica, pintura, diseño gráfico, robótica y estudios de grabación. Muchos de estos jóvenes ya tienen sus propias empresas culturales.
También hay programas de emprendimiento y empleabilidad, comedores con almuerzos bien balanceados por $500 (a veces por nada) y excursiones para que los jóvenes conozcan la ciudad y tracen su cartografía social y cultural. Pero el programa que más me gusta es Bankomunales. La idea es simplemente bella, un banco de vecinos. Cada uno aporta lo que puede a un fondo común y recibe un número de acciones proporcional a su aporte. Luego puede pedir préstamos acordes a su capital accionario para atender una emergencia doméstica, poner una venta de arepas, un montallantas o un salón de belleza pero, sobre todo, para escapar al mortal “gota a gota”: ¡20% diario! La cartera morosa de los bankomunales es de solo el 3%.
TÍO es una máquina de alta sensibilidad. La opera Óscar Rojas (exrector de Univallle y Master of Science In Community Healt, London University). No contrata ni ejecuta, articula. Su nómina es pequeña y técnica. Sus logros han llamado la atención de varias alcaldías colombianas y extranjeras. ¡Chapeau, tíos!
Sigue en Twitter @JulioCLondono