Columna de opinión publicada en el diario El País Cali.
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La reconciliación es el gran tema para la reconstrucción social del país. Ahora que se conformó a Comisión de la Verdad, la cual tendrá entre otros propósitos, documentar lo ocurrido durante el conflicto, coloca uno de los elementos claves de los procesos de reconciliación en la agenda nacional. Caminar hacia la reconciliación nos pone en una senda para reconstruir el tejido social roto por la violencia. Aquella es una condición necesaria, aunque no suficiente, para reencontrarnos como sociedad. Cuando la violencia ha asaltado la paz y la confianza, la reconciliación tiene una seria tarea. Pues bien, la violencia trabó profundamente lo que es el principal capital social: la confianza. La reconstrucción de las relaciones sociales, luego de las rupturas que ha generado una larga historia de violencia, pasa necesariamente por un proceso complejo y delicado. No se trata de fórmulas sencillas o mágicas. Exigirán mucha generosidad, mucha esperanza y apuesta por un futuro. Necesitamos darle al país una esperanza. Y ella la debemos tejer entre todos. Veamos algunos de los pasos a seguir: en primer lugar, se requiere un ejercicio de mucha verdad. Hay que saber lo que pasó. No se trata solamente de un ejercicio de memoria individual, sino colectivo. Un ejercicio que busca no solamente recuperar una historia, un relato, sino hacer visible el dolor y el sufrimiento padecido. En un segundo momento es tener una experiencia de justicia. Para ello, aportes como los ofrecidos por la justicia restaurativa, pueden permitir unas dinámicas bien interesantes en aras de la reconstrucción social. A este respecto, hay que pasar del deseo retributivo, que exigiría sencillamente la sanción para el victimario, a una noción de justicia articulada con las víctimas. Por ello, el componente restaurativo, que ubica en el centro a las víctimas, puede ser más útil que el sencillamente punitivo. Un tercer paso es la reparación individual o colectiva de las víctimas. Este aspecto tiene dos niveles: uno, el concreto de reparar a las víctimas resarciendo los daños y pérdidas, y otro, es el simbólico, que cumple un papel social crucial, pues es el transformador de la cultura. Muchos victimarios han sido también víctimas. El cuarto paso es fundamental y tiene que ver con la sanación interior de todos los implicados. A este respecto una visión trascendente constituye la mejor disposición para llegar al fondo de las heridas. Pues no se trata sencillamente de ser capaces de convivir, o de construir una seudoconfianza, se trata de llegar a la empatía con el antiguo enemigo, que exige pasar por el perdón. Por la capacidad no solo del reconocimiento del otro, convivencia, sino establecer nuevas relaciones de construcción en común. En Semana Santa uno de los mensajes centrales es cómo Jesús perdona, en efecto, cómo no se cansa de perdonar. Al negarnos a brindar el perdón, nos exponemos a envenenarnos internamente. ¿Y en qué se fundamenta el poder perdonar? La respuesta está en la experiencia de la gratitud de Dios para con los hombres y mujeres, en la toma de consciencia de la misericordia recibida por cada uno de nosotros, que nos lanza a transformar los odios en amor. Así, la reconciliación se juega en la verdad, en la justicia, en la reparación y en el perdón. Este es el camino. *Rector Universidad Javeriana